El dolor que también es parte de la sanación
Sanar no es un camino recto ni un destino fijo.
Es más como atravesar un sendero con curvas, subidas que te dejan sin aliento y bajadas que parecen no tener fin. Y, aunque suene contradictorio, en el proceso de recuperación también hay dolor.
Ese dolor no significa que estés fallando. Significa que estás tocando heridas que durante mucho tiempo estuvieron ocultas y que estás moviendo capas profundas de tu historia para darles un nuevo sentido.
El mito de la “sanación perfecta”
Vivimos en una sociedad que nos empuja a mostrar siempre la mejor versión, donde los avances se celebran y las caídas se esconden.
Pero la sanación emocional no es una línea ascendente, sino un vaivén: días en los que sientes que puedes con todo… y otros en los que la herida arde como si fuera reciente.
Desde la psicología, entendemos que esto ocurre porque tu cerebro y tu cuerpo están reconfigurando viejas redes neuronales. Cada recuerdo, cada emoción que surge, activas respuestas que fueron aprendidas en el pasado. Al procesarlas, puede aparecer tristeza, ira o incluso cansancio extremo.
Por qué duele cuando sanas
- Reabres memorias guardadas: Al enfrentar tu historia, tu sistema nervioso revive sensaciones antiguas.
- Rompes patrones emocionales: Cambiar hábitos implica salir de lo conocido, y eso genera resistencia interna.
- Te despides de una versión de ti: Aunque ya no te sirva, esa versión te protegió, y dejarla atrás duele.
Cómo atravesar los días difíciles sin rendirte
- Permítete sentir: No intentes “borrar” la emoción. Nómbrala y acéptala como parte del proceso.
- Recuerda tu por qué: Reconecta con la razón por la que decidiste sanar. Escríbelo y léelo en días grises.
- Micro acciones diarias: Un paso pequeño cada día (respirar profundo, caminar, escribir) mantiene el avance.
- Rodéate de voces que sumen: Busca personas, lecturas o espacios que te recuerden que tu dolor no es en vano.
Ejercicio de autoexploración: tu mapa de sanación
- Dibuja una línea con curvas y altibajos.
- Marca en ella momentos importantes de tu proceso (avances y retrocesos).
- Junto a cada punto escribe:
- Qué aprendiste.
- Qué emoción predominó.
- Qué recurso te ayudó a seguir.
Al finalizar, verás que incluso en los días más oscuros hubo algo que te impulsó a levantarte.
Si hoy te encuentras en medio de un día gris, no te castigues por no sentirte bien. Sanar duele… pero duele porque estás reconstruyéndote.
💬 Comparte este artículo con alguien que necesite recordar que su proceso, con todo y sus curvas, también es valioso.